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18 y Salvatrucha: los protectores del pueblo

18 y Salvatrucha: los protectores del pueblo

Escrito por Boqueworld Leave a Comment

Vamos camino a Nahuitzalco, un pequeño pueblo de la Ruta de las Flores de El Salvador. Estamos buscando cantones, pequeñas comunidades aisladas donde repartir material escolar. Por el camino, los niños pequeños nos saludan corriendo al lado del auto, o por las ventanas, con extraños gestos de las manos. Suponemos que es un saludo salvadoreño, así que les imitamos y ellos se ríen a carcajadas. Seguramente significará alguna grosería tipo “bésame las nalgas” o algo parecido. Cuando llegamos al pueblo, descubrimos rápidamente que los salvadoreños son extra sociables y simpáticos.

Por la mañana, tomando café, todos nos platicaban, y un señor mayor llamado Hernán, nos ha invitado a café y pan de maíz calentito (delicioso) porque “no podíamos irnos de El Salvador sin probar tales delicias” y nos ha llevado a conocer a su esposa a la pollería del mercado. Todos te hablan y te preguntan. Todos saben que somos “los que viven en el carro”.

Gracias a Hernán, es que conocimos a Rafa, que trabaja en el departamento de Educación de la alcaldía. Le hemos contado nuestros planes a Rafa, y se ha emocionado mucho. Nos habla de una comunidad concreta, una hora adentro de la montaña, donde nos dice sería genial realizar un taller de cuentacuentos y llevar material escolar, porque es uno de los cantones más aislados y nunca llega nadie. Es un cantón humilde, pobre, pero bastante tranquilo, en el que las familias se dedican al trabajo en el campo. Allí hay una pequeña escuelita multigrado. Esto quiere decir que hay tan poquitos niños, que en la única aula, de unos 30 alumnos, hay niños con edades comprendidas entre los 3 años a los 18 años, y un solo maestro para todos ellos. Según nos cuenta Rafa, Los Olivos es una comunidad muy pequeña, rural e inaccesible. Está a 1 hora en coche del pueblo y a 1 hora caminando montaña adentro.

Pero también nos cuenta que hay un problema: el cantón es territorio 18, y los mismos enviados del Gobierno no se atreven a pasar para entregar los packs de material escolar que se envían a las escuelas a principio de curso. Así que nos dicen que el material que queremos donar les viene como agua del cielo. Lo que nos sorprende es que nos cuenta que no podemos ir solos, no se atreven a que lleguemos al cantón sin varios de ellos al frente, así que mañana él, un conductor y otra señora de la alcaldía, nos van a acompañar al pequeño cantón de Los Olivos. Pensamos que es por cortesía y les agradecemos.

A la mañana siguiente, nos montamos en la parte de atrás de un pick up. Íbamos Dicen, Chucho, mi hermana, mi cuñado, Rafa y yo.

A lo largo del camino, los chiquitos nos hacían esos gestos con las manos, que nosotros repetíamos, hasta que Rafa se dio cuenta

Por el amor de Dios, no hagan eso. Es la señal Salvatrucha, y estamos en territorio 18- dijo, escandalizado. Nos quedamos a cuadros.

¿Qué significa que es territorio 18, Rafa? ¿Están los territorios repartidos por números acá?- pregunto

¡Ay no mi amor! Significa que el cantón es territorio de la mara 18

Cómo que es territorio ¿les pertenece?

Ay no…no legalmente, pero a efectos prácticos, les pertenece todo El Salvador querida- contesta Rafa con una triste sonrisa- Se puede decir que El Salvador está dividido en dos: El Salvador Salvatrucha y El Salvador 18. Tenemos un país dividido. Acá las maras tienen el control y la primera y última palabra en cada cosa… Los Salvatrucha y los 18 tienen poder en todo. Están infiltrados en la policía, altos rangos políticos del gobierno, empresas…acá todo ciudadano tiene que tomar partido. O eres de un bando o eres de otro, al menos de cara al exterior. Y cada pandilla tiene su símbolo, su gesto. Es para identificarte con una u otra mara, y que todos sepan. Estas maras llevan años enfrentadas. Cada barrio de este país está controlado por una mara. Hay ojos y oídos en todas partes.

Pero ¿por qué?

Por territorio. Por poder, por autoridad, por control…por drogas. Las pandillas son dueñas y señoras de todos los negocios de armas, drogas, prostitución…los mareros son los más ricos de El Salvador y su poder abarca todo, y cuanto digo todo, es todo, mi hija. Están en cada rincón.

¿Y la gente no hace nada, no se rebelan contra ellos de alguna manera?

No podemos mi amor. Porque si mi pueblo es Mara 18, es porque somos atacados por los Salvatrucha, y viceversa. Aquí la policía no se mete en nada. Si la Salvatrucha ataca a mi pueblo, estamos al descubierto, de no ser por la protección de la 18, y al contrario. Nuestra única protección en nuestra mara. Pero una cosa curiosa que te cuento: las maras extorsionan los negocios de sus pueblos a cambio de su protección. Si no pagas, te hunden. O te matan. Y si no lo hacen ellos, lo hacen los de la mara opuesta. Y así. Dime tú, ¿cómo escapas de eso? Las maras son el lastre de nuestro país. Los protectores te protegen del atacante, pero también te atacan si no les apoyas. No hay opción. Esto es un círculo vicioso, un pez que se muerde la cola, y no hay escapatoria. Estamos desgraciadamente atrapados, y condenados al miedo. Están por todas partes, reclutan a los niños desde pequeños, les lavan el cerebro, les regalan cosas a cambio de apoyos. ¿No viste como los niños marcan su terreno, haciendo gestos con las manos? Te están diciendo: eh, mírame, yo soy 18. No es una broma, es un aviso. Por si eres del otro bando, que vayas sobreaviso y sepas dónde te estás metiendo.

Madre mía…- digo, pensando en la cantidad de niños de no más de 5 o 6 años que por el camino nos hacían esas señas.

Es por eso que ustedes no pueden ir solos al cantón. A nosotros ya nos conocen, y bueno, tenemos más acceso, porque “les apoyamos” “somos de los suyos” pero ustedes no pueden llegar sin más, aunque sea para entregar algo bueno para los niños ¿me entienden? Es peligroso, no queremos que corran riesgos por una buena labor. Es más importante que lleguen sanos y salvos a que entreguen 5 cajas de material, porque deben seguir realizando su tarea en otros lugares.

Finalmente, llegamos al cantón por una carretera secundaria. El maestro nos espera a pie de carretera con los niños más mayores y nos ayudan a llevar las cajas de material monte a través.


De camino, me quedo pensando en todo lo que he aprendido en el trayecto durante la conversación con Rafa. Las maras, los protectores del pueblo. Qué paradoja. Los mismos que te protegen son los mismos que te extorsionan, y te protegen de los ataques de otra mara, ataques que ellos mismos ejecutan en el poblado de en frente a otras criaturas inocentes. ¿Cuánta pobre gente hay en El Salvador padeciendo esto, fingiendo ser de uno u otro bando, temiendo por la vida de sus hijos? ¿Por qué unas gentes tan amables, tan lindas, tan acogedoras y serviciales y de tan buen corazón, tienen que sufrir este miedo diario? Luego en Europa nos preguntamos por qué emigran, por qué huyen de su país.

Llegamos a la escuelita. Los niños están eufóricos. Contamos todos los cuentos que tenemos y nunca habíamos escuchado tantas carcajadas. Nos sorprende que no solo disfrutan y participan los más pequeños, sino los más mayores. Niños de 12, 15, 17 años que en cualquier escuela de España estarían burlándose vilmente de nosotros por contar cuentos infantiles, que ahora no paran de repetir “¡Otro, otro, otro…!”

Muchos de estos niños conocen las señas de las maras, trafican con droga, y probablemente, sino hoy, pronto, sostendrán un arma en sus manos, y quitarán una vida.

Pero hoy es hoy, y yo escucho sus risas, porque habrán oído hablar de maras, de pandillas, de armas, de drogas, de muerte. Pero nunca antes han oído un cuento.

Definitivamente, siempre debe haber un primer cuento.

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Filed Under: Diario de viaje, Sin categoría

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